por Catalina Evans

CUANDO SOLO UNOS POCOS SABEN LO QUE PASA, CUANDO LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOLO RELATAN UNA VERSIÓN DE LA HISTORIA, CUANDO EN EL COLEGIO NO NOS ENSEÑAN QUÉ HERRAMIENTAS TENEMOS Y CUANDO EL SISTEMA LE HA FALLADO A LOS DERECHOS; LAS PAREDES GRITAN EL SUFRIMIENTO COLECTIVO, EXIGEN RESPUESTAS Y PERMANECEN EN LA MEMORIA DE GENERACIONES DE HABITANTES Y VISITANTES. EL ARTE URBANO, TAMBIÉN CONOCIDO COMO ARTE CALLEJERO, SUELE SER RECRIMINADO, MAL VISTO Y CENSURADO, PERO UN CONSENSO A SU FAVOR ES INAPELABLE: SU IMPACTO SOCIOPOLÍTICO TRAS LA RECUPERACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO MIENTRAS TRANSPARENTA LA EMOCIONALIDAD Y VULNERABILIDAD HUMANA; LO CONVIERTE EN UNA HERRAMIENTA ESPECIALMENTE NECESARIA AL MOMENTO DE COMUNICAR CONFLICTOS SOCIOAMBIENTALES.

Obra del artistas Caiozzama

“Este mural lo hice el 2015 para denunciar a esta empresa que lo único que hace es perjudicar en todo sentido, no solo a sus trabajadores, sino también al planeta entero”

“El arte debe ser usado socialmente. Ningún artista se puede negar a eso.

A lo único que se debe negar un artista es a que lo usen a él”. 

– Antonio Berni (1905 – 1981).

Estamos viviendo un capítulo de la historia llamado antropoceno, debido al impacto creciente y acelerado de las actividades humanas sobre la Tierra, en competencia con las fuerzas geológicas naturales. Estas actividades han generado transformaciones en el sistema terrestre que nos convierten en agentes activos y reactivos, ocasionando vertiginosas variaciones climáticas a nivel local, nacional y global, por ejemplo, el aumento en las olas de calor, aumento de la temperatura, pérdida de biodiversidad, sequías, acidificación de los océanos, entre otros fenómenos.

Pero también somos capaces de lo contrario. Si bien, desde 1950 la actividad humana es con certeza causa dominante del aumento de la temperatura de la Tierra, principalmente mediante la emisión de Gases de Efectos Invernadero, correspondientes en gran parte a la quema de combustibles fósiles; paralelamente, a finales de dicha década se iniciaron en América Latina las primeras acciones artísticas en contra de abusos de poder. Hoy, el espacio público que en algún momento se usó contra dictaduras se emplea en demandar las drásticas medidas que el Cambio Climático requiere; todo a través del arte. 

Entre la expresión de lo reivindicativo y la necesidad de resistir, surge el artivismo, una hibridación entre arte y activismo que, siendo originario de vanguardias artísticas como el dadaísmo, convierte el arte en un medio de comunicación enfocado al cambio y a la transformación, en un lenguaje que se desplaza desde la creación artística, académica o museística, hacia espacios sociales convirtiéndose en una herramienta educativa. Reconocido es el caso de la Brigada Ramona Parra o Caiozzama.

Uno de los temas centrales de este nuevo paradigma del arte público son los problemas sociales directamente asociados a la vida en las ciudades,  sobre todo lo que serán prácticas neoliberales cada vez más agresivas, que conllevan la deportación de las clases populares de lo que habían sido sus barrios, aumento de la miseria y la postración de amplios sectores de la población, conversión monotemática de antiguas zonas fabriles o portuarias, etc. Por ende, el artivismo propone la relevancia de que la obra sea asociada de manera prioritaria a la comunicación y no al acto de expresión en sí, que no sea limitada al deseo de alguien de crear, de generar algo con respecto a él mismo. Cada sujeto participa en una dinámica compleja, y todo acto que realiza, toda práctica significante que genera, también va a entrar en un conjunto de redes.

“La fotografía me eligió más a mí que yo a ella”, cuenta la fotógrafa Claudia Pool mientras camina por la calle tratando de explicar cómo y cuándo comenzó a ser artivista, sin siquiera denominarse como tal. Recuerda que mientras estudiaba ingeniería comercial “había una marcha al frente y pasó un fotógrafo corriendo, subiéndose a todos lados, agachándose, y yo quedé enamorada, anonadada”. Sintió su corazón palpitar más fuerte y su estómago apretarse, y se dijo a sí misma: “yo quiero ser como él, yo quiero ser fotógrafa”. Cambió de carrera y su primer trabajo en la universidad fue retratando a los presos de la cárcel de Buin, Claudia descubrió que la fotografía para ella es una herramienta social que le permite acercarse a la sociedad y establecer un vínculo. 

Junto a su amiga antropóloga, Tania Muñoz; quien le habló de lo que sucedía con la termoeléctrica ubicada en Las Ventanas, comunidad de Puchuncaví, Región de Valparaíso; decidieron tomar un bus para juntas conocer el lugar, y allí el remezón emocional las empujó a hacer algo más: mediante el libro En el oleaje del olvido retrataron un archivo de rescate cultural de los pescadores de Ventanas, que contiene una recolección de fotografías antiguas y nuevas, relatos y experiencias de personas con las que la vinculación sobrepasó lo laboral. “Para mí, encontrarme con la termoeléctrica en Ventanas fue muy removedor, ahí te encuentras con el daño y la vulneración de derechos a todas las personas y a la Tierra. Empezamos a hacer marchas y armamos el grupo Comunidades por el derecho a la vida… Mucha gente nos criticaba y no fue fácil”. 

La salud física y mental, un medioambiente libre de contaminación, la biodiversidad, la participación ciudadana y hasta el agua, han sido derechos humanos involucrados en los 128 conflictos socioambientales registrados a lo largo de Chile. De estos, un 38% están relacionados al sector productivo de Energía, y entre sus causas se encuentran la contaminación de recursos naturales por residuos tóxicos, emisiones e inmisiones. El uso de combustibles fósiles y la potenciación del uso del carbón mineral para la generación de electricidad, son causantes del 78% de las emisiones de gases de efecto invernadero de nuestro país

Debido a la lenta e insuficiente legislación de caracter medioambiental en Chile, la industria nacional y transnacional se ha convertido en una constante preocupación para las comunidades. Entre la negligencia y la corrupción se transgreden múltiples espacios socioculturales y se alteran directa o indirectamente los ecosistemas de la Tierra. Las termoeléctricas, como desmesuradas fuentes de emisiones de dióxido de carbono, se les puede asociar a la reconocida “actividad humana” que potencia el cambio climático. Su operación involucra la emisión de dióxido de azufre, vanadio, óxido nitroso, mercurio, níquel, junto con otros gases y metales pesados que contaminan el aire, el mar y la tierra. Estos, como material particulado, tienen graves incidencias en la salud de la población. 

A pesar de lo anterior, “el Plan de Descarbonización considera el cierre de solo algunas centrales. De las 23 centrales a carbón que quedan en funcionamiento actualmente, 6 tienen fecha de cierre y 3 tienen fecha de reconversión (en base a otros combustibles fósiles para el 2025). Hay 14 centrales que no tienen fecha establecida de salida y se ha comprometido su cierre para el 2040, condenando a las zonas de sacrificio a 20 años más de contaminación”,  declaró Greenpeace respecto a la situación. 

Claudia decidió hacer su tesis sobre todas las termoeléctricas de Chile, quería dimensionar todo el daño en todos los lugares y con sus honorarios del FONDART (libro) partió a Tocopilla, Mejillones, Ventanas y Coronel: “La gente que conoció mi trabajo pudo vincularse entre sí, entre comunidades y crear una red. Entonces, además de generar el impacto de conocimiento e información, existe esta vinculación. Creo que la fotografía es una herramienta muy poderosa, que sí puede ayudar a transformar el mundo a través de la información y veracidad que conlleva, sabemos que las fotografías documentales visuales éticamente no tienen que ser manipuladas, entonces todo lo que ves es cierto, y esa veracidad despierta conciencias”. Sus registros han sido utilizadas -y siguen siendo- para afiches y estudios de ONGs, de la COP 25 y 26, Terram, Chao Pescao y Oceana, entre otros, llegando a países como México y Ecuador: “Todavía hablan por sí solas esas fotografías porque después de 9 o 10 años, siguen siendo una realidad”.

Mural al interior del Centro Cultural Gabriela Mistral.

Fotografía de Hecho en Casa.

Mural Colectivo “Fuera Prime”, Combarbalá.

Fotografías de Comba Informa y Catalina Evans.

No, a cualquier tipo de abuso, sigue siendo “no”

Antes de su aprobación ya habían protestas que argumentaban los niveles de contaminación a raíz del humo y el polvo en suspensión que podría generar una central termoeléctrica. El 2016 más de 100 habitantes de la comuna de Combarbalá viajaron a La Serena para dar a conocer su malestar, incluso el alcalde de aquel entonces, Pedro Castillo, mostraba una férrea oposición contra los 45 motores y tres casas de fuerza de 25 MW cada una alimentadas de combustible Diésel 2, debido a los graves daños ambientales que causaría al patrimonio cultural y desarrollo del turismo. 

Luego de que el Servicio de Evaluación Ambiental aprobara el año 2017 el Proyecto Central de Respaldo Combarbalá – 75 MW de la empresa titular, Prime Energy (resolución exenta N° 0005), mediante una Declaración de Impacto Ambiental que no extendía la posibilidad de una participación ciudadana; Castillo hizo una solicitud de invalidación a la aprobación y exigía la realización de un Estudio de Impacto Ambiental (EIA), con participación ciudadana, soluciones y mitigaciones a los posibles daños del proyecto, pero la Comisión de Evaluación Ambiental de la Región de Coquimbo la rechazó (Resolución Exenta CE N° 0003).

En febrero del 2019 fue admitida por el Primer Tribunal Ambiental, una reclamación interpuesta contra el SEA y dicho rechazo (Rol R-20-2019).

En la audiencia, Luis Mariano Rendón, abogado defensor de la comunidad; junto con quien ya habían interpuesto un recurso de protección, llegando a la corte suprema (Rol N 37.836-2017) y siendo derivado a esta instancia; señaló interpretaciones de la ley por parte del SEA que demostraban contradicción y afectaban el plazo de una posible invalidación, respaldando el abuso ambiental por parte de la empresa; invisibilización de los hogares más cercanos al proyecto y por ende, los más afectados por contaminación atmosférica y acústica; el no pronunciamiento por parte de los servicios públicos y la tramitación realizada por los propios vecinos para comprobar su existencia en el territorio; el estado de zona saturada debido a la contaminación en Combarbalá y la negligencia por parte del Estado de Chile y los organismos correspondientes, por no haberlo declarado; entre otros.  

En abril de 2019 se realizó, además de la audiencia, una inspección personal en el área de Influencia del Proyecto, diligencia de terreno en el proceso donde los vecinos buscaban que el 1TA se pronunciara respecto a la aprobación del proyecto: en julio rechazó la reclamación, en un fallo dividido con dos votos contra uno, ateniéndose al plazo de 30 días sin emitir pronunciamiento alguno respecto de las restantes controversias. El 20 de octubre la Corte Suprema confirmó el fallo del Primer Tribunal Ambiental.

El mismo año los habitantes tuvieron problemas con la empresa y debieron cortar un paso que estaban utilizando de forma ilegal. Hasta el año 2020 las comunidades buscaban cómo defender su territorio, hablándose incluso de llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y pintando el mural colectivo “Fuera Prime” (imagen 6) entre vecinos y vecinas de la ciudad, en jornadas organizadas por la comunidad Vanato Diaguita y difundidas por el medio local e independiente, Comba Informa.  

 

Extracto del libro “En el oleaje del olvido”.

¿Cuántas veces, sin siquiera ser consultada, una comunidad puede rechazar un proyecto sin ser escuchada? Luego de múltiples procedimientos institucionales y judiciales por lo que vecinos y vecinas de Combarbalá pasaron para evitar la instalación de la termoeléctrica, esta fue instalada y está en funcionamiento. Queda, en la entrada de la ciudad, pintado el amargo y emotivo recuerdo de una actividad colectiva, honesta y comprometida, que tuvo y sigue teniendo la capacidad de comunicarse y con que ese mensaje nos enfría el cuerpo y entristece el alma. Las formas y colores que los pinceles dejaron sobre la pared, aún nos cuentan la historia de una tierra que se quiso defender de la contaminación. 

El artivismo, también conocido como activismo cultural, “es un mediador parcializado; parcializado en colocar determinados derechos en ese espacio público o político. Ahí nos muestra formas alternativas de lenguaje, de saberes, de lo que se llama epistemología, de formas mucho más amigables pero a la vez interpeladoras de un mensaje de derechos (…) Hay una ruptura de lo que son los cánones hegemónicos desde la academia y desde el quehacer de la política, es una ruptura cognitiva, donde no solamente se apela a la razón, sino que se apela al sentimiento”, explicó el año 2021 la investigadora peruana y feminista, Cecilia Olea, en el Seminario de Artivismo: Cambio social  y activismo cultural.

Por eso, el arte como primer arma, como archivo y registro de lo hermoso y terrible que nos rodea, como denuncia y enseñanza, como cuento y verdad, como una forma de ver la realidad que involucra directamente a la humanidad no solo entendida como un conjunto de personas o disciplinas, sino también y por sobre todo, como la fragilidad y sensibilidad propia del ser humano.

Obra del artista Caiozzama

Junto al hashtag #noalTPP: “El TPP-11 es perfecto para las grandes potencias, que tienen una legislación laboral que asegura la igualdad de género, una regulación adecuada del medio ambiente, derechos de los pueblos originarios, ellos van a poder seguir haciéndolo, pero los demás, incluido Chile, que el día de firmar no hacemos nada de eso, de llegar a hacerlo vamos a tener que pagar indemnización a cuanta corporación se sienta afectada en sus ingresos”.